Hola, os voy a contar un cuento que he hecho, se llama Una bella muerte. No creáis que la muerte es bella, para nadie, pero para el personaje de mi historia, sí. El cuento está escrito en primera persona y ya no os cuento más, a leer.
Una bella muerte
Tal vez, en estos momentos de mi vida, sea una de esas personas que no tienen mucha suerte. Lo digo, sobretodo, porque me encuentro en una camilla del hospital, con los ojos medio cerrados, metida en un mundo que nadie más que yo conoce. No es agradable morir, si es por un cáncer que afecta a todos mis órganos vitales, pero si me llena de alegría y satisfacción estar feliz, sin problemas, metida en mi mente. Mientras recordaba todos aquellos momentos maravillosos de mi vida. Cuando era pequeña jugaba con mi madre a las muñecas, a la pelota, me contaba cuentos antes de irme a dormir. Más mayor, a los nueve años, hice mi Primera Comunión con un vestido blanco, y lo más importante recibí al Señor por primera vez. Fue una emoción muy fuerte. Ya, con los trece años, lo que más recuerdo son a mis amigos y compañeros. Con mis amigos/as Julia, Alonso, Serena , Patricia y Luis, me llevaba muy bien. Íbamos al cine, a cenar, a celebrar un cumpleaños, etc. En el tema del amor, nunca tuve suerte, pero siempre veía a Alonso hacerme cucamonas. Pero sobretodo, sobretodo, sobretodo, de los que más me acuerdo son de mis padres y de mi hermana, que , aunque tuvimos muchos tropiezos, los supe sacar adelante. Que nadie piense que no los quiero, todo lo contrario. Ojalá les hubiera demostrado, de verdad, todo lo que les quiero. Lo bueno de morir, es que puedes decidir libremente tu vida, soñar con lo que nunca pudiste tener. Es bueno, pero también es malo, porque no hablas, ni hueles ni tocas a tus seres más queridos. Solo puedes verlos, escucharlos y tenerlos en tu corazón, arriba, en el cielo. Es mucho más de lo que creemos. La sensación de ver a nuestros seres, hablarles, olerles, no es lo que nos hace felices sino, el valor de poder tenerlos para siempre en tu corazón, y el valor de amarlos. Eso es lo que nos hace feliz.
Antes de terminar de estar en este bello mundo, lo único que oí fue el llanto angustioso de mi madre y la voz de mi padre relajándola e intentando calmarla, aunque él también parecia estar llorando. Yo, una niña de trece años, llamada Paz, paso mis últimas horas en la camilla del hospital. Creo que he tenido una muerte digna, una muerte bonita, una muerte llena de emociones y recuerdos maravillosos. Seguro que poca gente tiene una muerte como yo, llena de luz, cariño y amor.
María Rueda Ruiz
Una bella muerte
Tal vez, en estos momentos de mi vida, sea una de esas personas que no tienen mucha suerte. Lo digo, sobretodo, porque me encuentro en una camilla del hospital, con los ojos medio cerrados, metida en un mundo que nadie más que yo conoce. No es agradable morir, si es por un cáncer que afecta a todos mis órganos vitales, pero si me llena de alegría y satisfacción estar feliz, sin problemas, metida en mi mente. Mientras recordaba todos aquellos momentos maravillosos de mi vida. Cuando era pequeña jugaba con mi madre a las muñecas, a la pelota, me contaba cuentos antes de irme a dormir. Más mayor, a los nueve años, hice mi Primera Comunión con un vestido blanco, y lo más importante recibí al Señor por primera vez. Fue una emoción muy fuerte. Ya, con los trece años, lo que más recuerdo son a mis amigos y compañeros. Con mis amigos/as Julia, Alonso, Serena , Patricia y Luis, me llevaba muy bien. Íbamos al cine, a cenar, a celebrar un cumpleaños, etc. En el tema del amor, nunca tuve suerte, pero siempre veía a Alonso hacerme cucamonas. Pero sobretodo, sobretodo, sobretodo, de los que más me acuerdo son de mis padres y de mi hermana, que , aunque tuvimos muchos tropiezos, los supe sacar adelante. Que nadie piense que no los quiero, todo lo contrario. Ojalá les hubiera demostrado, de verdad, todo lo que les quiero. Lo bueno de morir, es que puedes decidir libremente tu vida, soñar con lo que nunca pudiste tener. Es bueno, pero también es malo, porque no hablas, ni hueles ni tocas a tus seres más queridos. Solo puedes verlos, escucharlos y tenerlos en tu corazón, arriba, en el cielo. Es mucho más de lo que creemos. La sensación de ver a nuestros seres, hablarles, olerles, no es lo que nos hace felices sino, el valor de poder tenerlos para siempre en tu corazón, y el valor de amarlos. Eso es lo que nos hace feliz.
Antes de terminar de estar en este bello mundo, lo único que oí fue el llanto angustioso de mi madre y la voz de mi padre relajándola e intentando calmarla, aunque él también parecia estar llorando. Yo, una niña de trece años, llamada Paz, paso mis últimas horas en la camilla del hospital. Creo que he tenido una muerte digna, una muerte bonita, una muerte llena de emociones y recuerdos maravillosos. Seguro que poca gente tiene una muerte como yo, llena de luz, cariño y amor.
María Rueda Ruiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario